Blog

Por Santiago Craig
1. Wish upon a star
¿Vieron la serie del Mundial 78? Pero, sobre todo, ¿ya hablaron con los demás de la serie del Mundial 78? ¿Se juntaron a decir, a comentar esas texturas vintage, esos colores, ese modo de hablar de la gente en la calle, tan culto, tan preciso, tan aceleradito y castrense? ¿Comentaron la cercanía entre la ESMA y la cancha de River, el modo impune de los militares de ir de un lado a otro prácticamente en pija? ¿Cómo salían a comer una pizza con secuestrados y torturados? ¿Qué? ¿Ya hicieron charla el horror? ¿Ya redundaron en lo obvio? ¿Ya subieron su foto? ¿Ya retiraron? ¿Ya discutieron en las redes? ¿Ya glosaron lo que pasa antes de que para siempre pase? De largo.
Está en Disney la serie. No es poco. Milicos en Disney. Desaparecidos en Disney. No es menor el dato. Tomemos nota. Muertos hablando a cámara de muertos en Disney. La épica de la desgracia colectiva, de la gesta deportiva. Esa rima hija de puta. Pero eso, en fin: la gesta de la desgracia. La desgracia de la gesta. When you wish upon a star, makes no difference who you are. ¿Está ahí la serie documental de nuestra primera estrella mundialista, para que la miremos o para que podamos hablar? ¿Es mirar lo que pasó o lo que está pasando? ¿Está ahí para que podamos cerrar los ojos y pedir un deseo?
Apalalá, ahí nos quieren los algoritmos que inventamos juntos y ahí nos ponemos. Los ojos cerrados o lo ojos abiertos. ¿Pedimos a una estrella, pedimos una estrella? ¿Quién podría decir si estamos tratando de conectar con un oscuro y profundo adentro nuestro o nos pusimos nada más un rato a boludear enfrente de la tele?
2. Caballos salvajes
Nos pasa. Nos dan de comer en la boca. En estos establos arrobados. Nos ponen el terroncito de azúcar y nos dicen, dale, derretilo, andá a trotar, llevate esta dulzura por ahí y rumiala, andá por el campo en libertad, que mientras tanto, la libertad avanza. La otra, la verdadera. La tuya, en esas dulzuras prestadas, llevatela puesta, juntate con los demás a rumiar y compartir. Chiche, moro, zaino. Opa, opa. Cuando te canses, tirate en la sombra. La sombra es tuya si querés, un rato. Hasta acá. El campo es nuestro. Un rato más así y, entre los caballos salvajes, Alterio en vez de gritarle al cielo que la puta que vale la pena estar vivo, le grita que viva la libertad, carajo. Ojo. Capaz que una IA ya hizo eso. Y no hay domadores en esta pradera de domados. Es claro que no hay encima de todos una mente suprema, un látigo que castiga y redime. Dios se murió, nos mintieron. Entonces, creemos en otras conspiraciones. Pero nada de eso: Entre todos armamos la trampa y, en fila, todos juntos nos metemos adentro.
3. Viejos baiteados
Hace poco me enteré del bait. Se dice así eso que ahora se hace. Hay una nota muy buena en Anfibia, ¿leyeron? Pero además, si preguntás qué es eso de baitear, la gente te dice. “Es esto, abuelo”, “Es aquello, viejo meado”. No, bueno, “viejo meado”, no, eso ya pasó. Ya es de viejo meado decir viejo meado.
Baitear. ¿La tienen? El concepto es más viejo que andar a pie, como decía mi abuelo, que tiene la suerte de ya estar muerto. Pero bueno, le pusieron un nombre, lo usan en la Internet. Y eso, parece nuevo. Aunque no, de nuevo nada.
Tirar algo donde estamos nosotros y que nosotros hablemos. Algo que puede ser mentira del todo, o un poco, o cero. Un cebo, un anzuelo, algo que nos ponga. Pero que, sobre todo, tenga la chiclosidad suficiente como para que mastiquemos y hagamos, uno atrás del otro, globos que nos exploten en la cara.
En general, los bait incluyen la paleta de sabores que nos entretienen. Nombran la censura, el FMI, la privatización, las diversidades, la universidad, Lali Espósito, Maradona, los perros vivos, los perros muertos, el incesto, las vedettes, Elon Musk, la pedofilia, el complot, el comunismo internacional, Estados Unidos, las Malvinas, el boleto del subte, la prohibición, la discontinuidad, la suspensión, la dictadura.
Mucho gusto de otro siglo, ¿notaron? Poner al otro siglo en este siglo, hay algo de eso en el bait que nos engancha. Algo con un poquito de aroma a viejo meado. Viejo baiteado. Me parece que por ese lado nos buscan esos baits que ahora existen y nos ven ir e ir e ir, pero yo qué sé. Yo soy de otra época, nosotros somos.
4. Mi siglo XX querido
Nos duele en el alma el siglo XXI. Hablo por mí, por eso digo nosotros. Porque hablo más que nada de los que nacimos entre siglos. 25 años casi y seguimos duelo que duelo con el XX. Llora que llora. Pasa que el XXI está hecho para una gente nueva. La que sabe mentir como se miente ahora y aprovecharse de los que nos importa. Está hecho para los que no les importa eso. Todo eso. Los que saben empaquetar el montoncito de lo que sea que nos llene el buche. Ese azúcar del bait, esos chiclecitos que andamos mascando. Lo que pasa es que el siglo XXI se va en la velocidad de la gente nueva, con ellos nos engaña, no nos espera a que pensemos ni sepamos reaccionar. Tan de mostrarse el siglo XXI y tan de no dejarnos. Tan histérica la gente nueva. Siempre fue así, en el 510 y en el 2000 también. Nosotros contra ellos, el mito del eterno retorno de las grietas inventadas.
Argentina 1978 me hizo pensar en eso. Tan espantoso lo que muestra y a la vez tan reconocible y propio. Señalar la tele como ET señalaba el cielo y decir “eso es mío”, decir, “mi casa”. Inevitablemente, además, estar acá, y como hacía el extraterrestre, usar lo que se tiene a mano para comparar. Armar una constelación de frutas, mezclar naranjas con manzanas y ponerlas a orbitar en el aire. Mirar Argentina 1978 me hizo pensar que, como extrañamos el siglo XX, tratamos de acercar las cosas de ahora a las cosas de antes, tratamos de decir que esto ya pasó. Emparejar, hacer síntesis. Tratamos de ver continuidades y rupturas. Un sistema horrible que funciona. Poder decir que, seguro que, como todo lo que ya pasó, esto también pasará.
La serie se para un poco ahí. Y no. No es lo mismo. Quiero decir. Lo mismo es: el mundo fue y será una porquería, eso ya lo sabemos. Pero ese Mundial farolero para que nos miren todos y para que puedan hablar de eso y no de lo otro no es lo mismo que ahora pasa con las agendas y las atenciones y lo que nos preocupa y nos corre del eje. Ni parecido, más bien lo contrario del baitazo a esa nieve de papelitos blancos encima del Monumental.
A nosotros, más que ocultarnos en el ocultamiento, nos embarullamos con la impudicia de la exageración. No hay pan ni hay circo, porque no hay plata. Hay lo más barato: nosotros hablando. Hay lo que no es, pero podría. Como somos del siglo XX, nos enganchamos fácil. Nos creemos en trincheras, nos asumimos en el ring y a las piñas, pero como bien dice la señora loca: son hologramas. Nunca costó más barato desarmar lo cierto: el chisme y el rumor, el cebo sale gratis y de a mucho.
El bait nos hace hablar de lo que podría pasar peor, mientras lo que pasa mal pasa. Y es malísimo. Porque mientras nosotros seguimos en lo que podría ser, pensando y hablando y marchando y ofendiéndonos y juntándonos con robots y otros muñecos, como nos acostumbramos a hacer, jugando el juego del siglo XX, el siglo XXI pasa en lo que pasa.
5. Al costadito de la ideología
La serie tranquiliza porque nos espanta del modo en el que sabemos espantarnos. Para empezar nos muestra algo peor, incomparable: un Estado genocida, sistemáticamente orientado a borrar y matar lo que decide sedicioso o molesto o nada más opuesto a su serenidad. Nos espanta sin ambigüedad. Lo malo, dice la serie para dejarnos tranquilos, está mal.
Porque en la serie, a través de montoneros, sobrevivientes, futbolistas, el que habla es el siglo XX. Hablan los que todavía creen en las cosas.
Nos permite decir algo como: a lo mejor es así ahora, como era antes. A lo mejor se está gestando el horror más horroroso y va a venir y no nos damos cuenta; a lo mejor hablamos de otra cosa que nos distrae y deberíamos hablar más bien de lo que importa. Bueno, sí. Y no.
Porque esto con aquello nada que ver. Si vamos por la de los buenos y los malos, medio que estamos vuelta y vuelta. Creo, yo qué sé. Creemos.
Viendo el documental, nos parece los que de verdad de verdad hoy andan por ahí baiteando y haciendo este lío desconcertante, intangible del siglo XXI que no llegamos a entender, en el fondo no creen en el fútbol, ni en las banderas colgadas y mucho menos en los banderines; se cagan en las Malvinas, en Clemente, en el Gordo Muñoz, en las atajadas del Pato Fillol. Nos sorprende el pensamiento cándido, falso, pero inevitable de pensar que en el siglo XXI viven los dueños del meme y la agenda; que los seguimos como caballitos dopados, que están arriba y afuera de la ideología, porque disculpame, Zizek, pero sí hay cosas que están afuera, no jodas, no seas tan zurdo cogido que no puedas ver eso. Usemos esas categorías para hablarnos, Slavoj. Ahora se dice así, va mucho por el lado de la penetración el lenguaje. Y sí, hay gente a la que le importa tres carajos, y que te importe tres carajos es que te importe tres carajos, no es una posición política. Ni tinir posición pilitiqui timbin is tinir pisisicin pilitiqui…dale. Sí ya sé ¿no se hace más este chiste de hablar con la i, no? Infantilizar y desmerecer un argumento haciéndolo sonar así de bobo. Bueno, qué se yo. Yo, siglo XX y de pedo te agarro un código contemporáneo, así que si lo agarro me lo quedo y lo uso. Aunque yi is vijiii. Argentina 1978 también muestra el pasado, o peor, la historia. Lo que ya pasó. Lo antiguo.
Por eso, a veces, quiero imaginar un ellos y nosotros, una cúpula de genios que manipula el mundo. Pero, al final, me rindo. Es otro tiempo. Uno parejo y llano. Uno sin muros para patear y romper.
¿Firmenich? ¿Qué? ¿Sos idiota? ¿Kempes? ¿Quién poronga es Kempes?
No hay pasado, no sirve el pasado, ya pasó el pasado. ¿O no la ven?
6. La voz del estadio
Pero si ya pasó el pasado, ¿qué hacemos con esto que todavía somos nosotros? ¿Y qué es eso que me pasa, que nos pasa con la serie Argentina 1978, que nos pone a pensar en ahora mirando aquel antes oscuro? Hay una voz, podría haber. Latosa, una voz de estadio que diera indicaciones, que señalara por dónde estamos perdidos. Ay, ojalá hubiera, una voz que desde los parlantes indicara. Que nos fuera diciendo, un Gran Hermano bueno y consejero. Hasta acá lo que saben, el siglo XX, la monstruosidad, la mierda misma, el horror. Podría decir. Nada que ver aquello con esto. Pero si la serie les trae paralelismos, sin exagerar, pueden agarrar algunas cosas.
¿Sirve mentir? ¿A quién y cuánto tiempo? ¿Sirve lo que tapa y desvía el foco, lo que obtura la mirada? ¿Cómo va a hablar así una voz del estadio? Bueno, habla así porque la invento y es mentira. Porque me sirve para hablar de lo que quiero hablar. Les cuento, porque ahora, hay que andar explicando todo.
Confianzuda y con un uso polémico de la ironía, la voz del estadio inventada, diría que si queremos jugar al bait, que juguemos, pero que, por favor, no seamos giles. No nos quedemos en este arenero pelotudo que nos armamos para jugar a hacer y deshacer montañitas. Pedante y subida a no se qué representación de quienes, la voz inventada del estadio, podría decir que, viendo esa época que muestra Argentina 1978, sabiendo que ahora nada que ver, se le ocurre ofrecernos una lista de comportamientos adaptativos para el siglo nuevo: No sacar provecho de la victimización, no personalizar reclamos colectivos, no usar revólveres para matar mosquitos, no indignarse y destratar a lo que nos enfrenta llano y sin hondura, no elegir las batallas, darlas todas, no desmerecer el chisme y la mentira, no hablar para nosotros. Juntarnos a saber que somos los buenos en casita. Porque, hay formas y formas de la endogamia. Ya que estamos con el tema ahora y acá, en este renacimiento de lo medieval que enfrenta castas y fuerzas celestiales.
7. 25 millones de pobres
Pero volviendo a Argentina 1978. Está buena la serie. Es linda de ver. Y es un problema, entretiene: indigna, asquea y reconcilia. Quiere un poco mostrar como “con el fútbol no”, “con la pasión no se puede”, pero se pudo. Dale. Se pudo. No jodan. Se re pudo. Si dejamos pasar esa, vamos a dejar pasar otras. Y ya vimos que es un despelote. Despelote de gente que se muere, eh. No de lío y desorden. Despelote definitivo, despelote irreparable. ¿Y si lo ganamos bien? ¿Y si nada que ver? Duele un montón, tanto que no se puede ni decir. Pero hay que crecer, es una cagada, pero hay que crecer. ¿Y si de verdad fue, en el caos y la oscuridad, una luz, una gesta? Podría ser, pero no. La serie un poco dice que sí, pero no.
El flaco Menotti, un fenómeno. Los jugadores, inmensos. Bigotes, huevo y melenas. Todo bien. Pero no.
Perdimos. Argentina 1978, si no se trata de eso, debería tratarse de una derrota. Quiere mostrar que la apertura al mundo, terminó jugando en contra. A los milicos, digo. Puede ser. Tal vez sea. Vista desde acá, desde el siglo XXI, digo, da la sensación de estar un rato en el cuerpo de Epimeteo, ¿lo tienen? El hermano de Prometeo. El hermano medio chueco, porque en vez de ver lo que podía pasar, a él le había tocado ver lo que había pasado. O sea: llegar tarde. Entender después.
La canción del Mundial 78, el himno que habían inventado y sonaba constantemente, decía que 25 millones de argentinos jugaremos el mundial. Bueno éramos todos en esa época, siglo XX, ahora, siglo XXI, esos que éramos todos son solamente los pobres. Que son más de la mitad. Somos. Tampoco nos hagamos los preciosos. ¿O están llegando re bien a pagarse esos flat white y esas tostadas con palta? ¿O les viene bárbaro el aumento sistemático cada último viernes del mes de la prepaga? ¿O la jubilación próxima se les presenta como un merecido reposo del guerrero? ¿O llegan a fin de mes con algún resto de monedas en el alma?
La precariedad tiene sus formas bárbaras y tiene también sus formas frívolas. Somos gente que mira una serie sobre el mundial de la dictadura en Disney+. Y de eso hablamos. Pavimentamos la curva del bait y nos comemos la curva del bait. Aunque, también sabemos que no hay bait que dure cien años, ni que pueda frenarnos del todo el cerebro. Ni las ganas. Lo que sí escuché por ahí es que hay posibilidades de que el mundial 2030 se haga acá. Ya sin Messi, claro, imagino. Ya con alguna otra gente nueva, sin nosotros como ahora somos. Pero.. Qué ilusión, ¿no?
Etiquetas: Argentina 1978, dictadura, Fútbol, La Libertad Avanza, Santiago Craig, Series