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29-01-2025 Notas

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Por Leandro Germán

¿Qué mostró la asamblea del sábado pasado en Parque Lezama? Que el mundo gay argentino aún conserva un muy fuerte sentido comunitario. ¿Eso significa que ese mismo mundo es ideológicamente homogéneo? No. Los estudios que se han hecho en otros países (paradigmáticamente los del «primer mundo»: son estudios caros y difíciles de hacer) concluyen que la población homosexual vota, salvo que ocurra un cataclismo, más o menos lo mismo que vota el resto de la población.

De hecho, Argentina tiene una fuerza política que muy legítimamente puede ser llamada «neoliberal progresista»: ahí está el Obelisco porteño adornado con los colores de la «diversidad» cada día del orgullo; ahí está el tuit de Jorge Macri tomando distancia del discurso de Milei en Davos. «Salvo que ocurra un cataclismo», escribí. Pues bien: Milei lo es. En muy poco tiempo, Argentina pasó de décadas y décadas en que fue legítimo decir «El país no tiene partidos (competitivos) de derecha» a tener no uno sino dos y con el agravante, además, de que uno de esos dos era (es) de ultraderecha y, por añadidura, abiertamente homofóbico.

En el ballotage de 2023 (no tengo pruebas pero tampoco dudas), el voto por Sergio Massa debe haber estado sobrerrepresentado en la población homosexual respecto de la población general del mismo modo en que el voto por Javier Milei expuso (esto sí está estudiado) esa misma sobrerrepresentación entre los varones jóvenes en relación al conjunto del electorado.

¿Es importante enfatizar la supervivencia del sentido comunitario del mundo gay? Sí, porque en la históricamente «tocquevilliana» sociedad argentina (esa cuya sociedad civil se caracterizaba por una «vivacidad», para utilizar un término que le gustaba mucho al gran Mario Wainfeld, que era el comentario obligado de cuanto cientista social europeo -pienso ahora en Alain Touraine- visitaba el país -«Che, qué manera de tener sindicatos…») ese sentido comunitario parece extraviado. Y es nada menos que en la clase obrera, el «colectivo» (sí, sé que no es este el sustantivo más preciso) en el que históricamente se han depositado las esperanzas y los anhelos más nobles y definitivos de redención, donde con más fuerza las «políticas de la enemistad» se han enseñoreado.

Esto y no otra cosa es lo que buscó explicar a través de un post en Facebook publicado tras las PASO de agosto de 2023 que además se hizo viral aquella científica del Conicet cuyo departamento daba a la cocina de una fábrica de pastas. Lo último: ¿cuáles son los «afluentes» del sentido comunitario del mundo gay? Ni yo me animo a responder la pregunta. Puedo, con todo, invocar un antecedente lejano: la epidemia, en los 80, del VIH, que obligó a cada gay a cuidarse a sí mismo pero también, y a la vez, a cuidar al otro. Fuimos los primeros en hacerlo. Los amigos heterosexuales aprendieron de nosotros.

Así están las cosas hoy. Somos una de las pocas islitas de solidaridad que hay en un mar de egoísmo. ¿Que las cosas pueden cambiar? Por supuesto. Ojalá lo hagan. Podemos contribuir a lo que hoy, dadas las circunstancias, sería un portento.

 

* Portada: Asamblea LGTBQ+, sábado 25 de enero,
Parque Lezama, Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(Foto: Sipreba)

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