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17-01-2025 Sin categoría

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Por Pablo Milani

Fue aquel 27 de octubre de 2010, inmediatamente después de la muerte de Néstor Kirchner, cuando Jorge Lanata dijo, en su programa de televisión, que uno vive como si viviera para siempre. Hay algo inexpresable dentro de uno que quizás sea la fuerza, la intensidad, las ganas de hacer cosas o todo eso a la vez. No hay vueltas, un día, este cuerpo en el que uno habita, involuntariamente, termina. Ahora me pasa que no puedo dejar de pensar en aquello que dijo el periodista desde la pantalla chica. No encuentro otra manera de expresarlo, y vuelve a pasar. 

Aunque muchas veces lo cuestioné y otras veces estuve en contra, siento que su partida deja un gran vacío. Existía una voz esencial en esta parte recóndita del mundo que de aquí en más va a faltar en el periodismo. El pasado 30 de diciembre, en el último suspiro de un 2024 que a principios de año juró terminar con todos, se nos fue el más importante periodista argentino, a favor y en contra, a ese destino definitivo e irrevocable. El más cuestionado, odiado y admirado. Un hombre disruptivo, un todoterreno, tanto en su profesión como en su vida. Se fue de este mundo con su creencia al máximo. Haciendo y siendo lo que quería. El hombre que nunca necesitó sostenerse de otros, sólo de su familia en tiempos difíciles. Fue único en la forma y en el modo de comunicar. Su desparpajo y desenfreno lo llevó a tener muchos conflictos, no sólo con gente ligada a la política, sino también con colegas, amigos y gente de los medios que lo admiraba y de la que después se terminó alejando. Pero su cuerpo, como este país, lo aguantaba todo, hasta que dijo basta a los 64, aunque con muchos años más vividos. 

En el caso del que escribe estas palabras, todo empezó en los albores de la década del ´90. Jorge Lanata conducía un programa en la Rock & Pop, emisora que yo escuchaba prácticamente todo el día y gran parte de la noche. Se llamaba Hora 25, y tenía un lema: estaba prohibido hablar de política, ni siquiera dar una mínima noticia, y funcionaba como refugio hasta que el sueño llegara. Iba de 00:00 a 01:00, de lunes a viernes, después de Mario Pergolini (Tiempo Perdido) y antes de la Heavy Rock & Pop (con el Ruso Verea y Alejandro Nagy). Una hora de la noche en pleno silencio, desde una Buenos Aires incrédula y fatal. Era una época donde todo terminaba antes, años en el que la televisión tenía su fin y la noche se establecía como un gigante océano a descubrir, un gran signo de pregunta con valles y llanuras que se acrecentaba y nos preguntaba qué hacer, cómo seguir, a quién escuchar. Desde la FMBA 106.3, apareció un Jorge Lanata joven, hiperactivo de día y ya siendo director de Página/12. Pero parece ser que al intrépido periodista le quedaba corto el día, así que en la noche, justo cuando ambas agujas parecían detenerse en el número 12, se instalaba en un módico estudio de radio de la avenida Belgrano 270 de esta ciudad y desde allí le susurraba a la noche, así como un guardaespaldas lo hace con su aliado en misión de protegerlo. Así se presentaba, no como un salvador en busca de seguidores, sino más bien como una voz que se preguntaba cosas todo el tiempo y se las cuestionaba, con la acertada canción I´m calling you de fondo, interpretada por la cantante estadounidense Jevetta Steele. Entre cigarrillos y silencios de medianoche, Jorge Lanata entrevistaba noche a noche a un invitado sin decir su nombre hasta mucho tiempo después, o simplemente no lo decía. Los micrófonos se abrían con el reportaje ya empezado, y el oyente, como podía, intentaba descifrar quién era por lo que decía o por su voz y si es que era un personaje conocido. Generalmente, aunque no siempre, eran personalidades destacadas de la cultura como: Adolfo Castelo, Alberto Migré, Alejandro Dolina o Fito Páez. Desde ese micrófono se desplazaba por la noche como un viejo amigo con virtudes y defectos, desafiando el estado de ánimo de los oyentes. “El reportaje es un juego de seducción en el que debo propiciar que el entrevistado se equivoque: que cuente lo que no pensaba decir,” dice en su libro 56, publicado en 2017. Conversaciones en el que el tiempo se iba a otra parte y pasaba a ser una confesión personal, y se convirtió, desde mi escurridiza adolescencia, en un camino de aprendizaje. El conductor siempre repetía una frase del filósofo rumano Emil Cioran: “Habría que hacer un programa de radio para poder hablar de las cosas que uno nunca se animaría a decirles a los demás.” Hora 25 era eso, un programa que le dedicó una hora a La invención de la soledad, aquel libro en el que Paul Auster evoca la muerte de su padre. En ese espacio también dijo que los diarios no deberían salir todos los días, sino cada tanto, que en realidad no pasaban tantas cosas importantes tan seguidas. 

Página/12 fue una auténtica banda de sonido para nuestra juventud en los demoníacos años ´90, fue esa canción con letra y música que nos enseñaba a crecer, donde todo y nada no debía dejarse por sentado. Pero su espíritu innovador no se detuvo ahí. Con una voluntad constante de renovación, el diario siguió revolucionando, adaptándose a los cambios en el consumo de noticias y en la industria mediática, entre indultos, hedonismo pop y convertibilidad, hasta que decidió irse de la dirección del diario en 1997. Entre muchos otros proyectos, ya en el nuevo siglo, hubo momentos de resistencia y adaptación, como lo demuestra la experiencia de Crítica de la Argentina, un proyecto que desafió su tiempo y, a la vez, reconoció sus propias limitaciones. También fue alguien que juró estar harto de la política y que soñaba con retirarse a escribir libros, pero nunca pudo desprenderse del todo de esa vorágine del periodismo de actualidad. 

Volviendo a Pagina/12, en el año 2012, cuando se cumplieron 25 años de su creación, la entonces Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, brindó un discurso en la ex ESMA en el que omitió mencionar el nombre de su fundador. El pasado lunes 30 de diciembre de 2024, y en los días que siguieron, la ex mandataria prefirió guardar silencio sobre la muerte del periodista. Esto último, también ocurrió con el actual Presidente de la Nación, Javier Milei.

También en ese mismo año desembarcó en el grupo Clarín, y esto le valió varias críticas de su gente más cercana. Fueron 12 años con un programa diario en Radio Mitre, un programa de televisión semanal (Periodismo para Todos) que terminó siendo el programa político más visto del país, junto a Día D en los años del menemismo, más una columna semanal de los sábados en el propio diario. Era demasiado. Un hombre sin hogar, un outsider, alguien que empezó persiguiendo la estrella de la fama, y cuando la alcanzó, terminó siendo perseguido por esa misma estrella para terminar deglutido.

Pero acá me permito volver y decir que de ese Lanata de estos últimos años me alejé un poco, o quizás yo había crecido distinto, con otros intereses y sobre todo me instruí con varias formas y escuché otras voces, casi siempre contrarias a su ideología, y su discurso se me fue marchitando, perdiendo intensidad, como esas flores en el balcón que de tan lindas un día simplemente no lo son más. Así que esta parte de la historia seguramente se deba a su forma demoledora de denuncia hacia el kirchnerismo, una intensidad que no tuvo, ni de lejos, el mismo impulso cuando gobernó el país Mauricio Macri, persona que él reconoció votar. Algo impensado, 20 años atrás. Aunque al mismo tiempo reconozco que fue un faro en el cual podía volver a guiarme y él siempre estaba ahí, con la palabra justa. Ahora pienso las veces que lo esperé en la puerta de la radio en los últimos años para hacerle una entrevista sin poderlo convencer de que era una buena idea.

Además, escribió uno de los libros más vendidos del país, Argentinos, I y II, dos tomos que definió alguna vez como una larga nota sobre historia argentina. El estilo de Jorge Lanata se caracterizó por una única combinación de audacia, espontaneidad, intuición y creatividad donde su único límite se lo impuso él mismo. Dejó frases para la posteridad como: “El lugar que yo construí es desgastante, pero es lindo. Sería una locura irme. Entonces vivo esa contradicción, entre irme o quedarme. Y quiero quedarme, aunque cada vez tenga menos espacios: hoy el 80 por ciento de los medios está con el Gobierno” (2012). O en su momento más difícil de salud: “No pierdan el tiempo. Es la vida y la muerte. Hagamos menos planes, es lo que a mí me quedó de esos días y démosle para adelante.” (2023) Pues ahora nos queda sólo eso e ir para adelante una vez más, ya sin él. Vayamos por un año mejor del que se fue.

 

 

 

 

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