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Por Pablo Milani
En la era de la información y las redes sociales, donde la objetividad y la verificabilidad de los hechos ya no parecen ser los únicos parámetros válidos, la mención a los Reyes Magos muchas veces sigue siendo un sinónimo de ingenuidad y credulidad. Esta expresión, que en su origen evocaba la magia y el misterio de la Epifanía, ha sido reducida a una metáfora de la superstición y la falta de rigor intelectual. Sin embargo, ¿No hay algo que se pierde en este desprecio por la tradición y la fe?
A pesar de que la creencia de los Reyes Magos parece estar en declive, el ritual que rodea su celebración sigue vivo y muestra una notable capacidad de resistencia. La carga emocional que acompaña a esta tradición es palpable, y los gestos y actos que realizan padres e hijos durante la celebración son auténticos y llenos de afecto. Sin embargo, esta supervivencia, es contradictoria, ya que muchos de los que participan en el ritual admiten no creer en la realidad de los Reyes Magos. A pesar de esto, siguen comprando regalos y recreando la magia de la noche de Reyes, lo que sugiere que la verdadera esencia de esta tradición va más allá de la creencia literal en los personajes.
Aunque los participantes en el rito de los Reyes Magos afirmen haber superado la creencia, en su realidad, no están dispuestos a renunciar a la magia de la tradición, al menos no para sus hijos. A veces la nostalgia por la emoción de su propia infancia los lleva a querer que sus hijos experimenten también la ilusión de los regalos traídos por los Reyes Magos. De esta manera, su descreimiento no supone un rechazo al ritual, sino más bien una forma de confirmar su vigencia de manera paradójica. Aunque afirmen no creer, siguen participando activamente en el ritual y, al mismo tiempo, su insistencia en destacar su descreimiento revela una profunda falta de comprensión sobre la verdadera naturaleza de la tradición que están perpetuando.
La persistencia de los Reyes Magos en la sociedad moderna pone de manifiesto la coexistencia de dos formaciones culturales distintas: Por un lado, está la cultura cotidiana del mundo moderno, caracterizada por la funcionalidad y la objetividad, en la que parecía no haber espacio para seres mitológicos como los Reyes Magos y por otro lado, encontramos la excepción que representa la celebración navideña, un momento festivo en el que los Reyes Magos siguen siendo una presencia viva, portadores de regalos que evocan la riqueza emocional y el colorido del universo mítico. Esta coexistencia revela la complejidad emocional y simbólica de la tradición.
El valor de los regalos que el niño recibe en la noche de Reyes se encuentra en su conexión simbólica con el momento en que un niño recién nacido es recibido con regalos y celebración. La noche de Reyes es una excepción en la rutina cotidiana, ya que en ella se produce una convergencia entre el mundo diario del niño y el universo mítico y sagrado que rodea el nacimiento del Hijo de Dios. A través de la mediación de los Reyes Magos, se establece un puente entre lo cotidiano y lo sagrado, dotando a los regalos de un valor que trasciende lo material.
La eficacia del mito de los Reyes Magos depende, en gran medida, de la creencia del niño. Mientras el niño acepte el relato como verdadero, el mito cobra vida y se convierte en una experiencia significativa. Esta es, en efecto, la condición fundamental del mito: que sea recibido como una narrativa verdadera y, al mismo tiempo, como algo que pertenece a un tiempo distinto, un tiempo fundador y sagrado que trasciende la rutina cotidiana. En este sentido, el mito de los Reyes Magos se convierte en una puerta de acceso a un mundo de significado y magia que es esencial para la experiencia infantil.
Volviendo a la pregunta inicial, ¿Cuál es la naturaleza de la eficacia del ritual de los Reyes Magos? En este contexto, las palabras y acciones de los participantes tienen como efecto inmediato evocar la presencia mítica de los Reyes Magos, figuras evanescentes que se manifiestan solo a través de sus efectos: son esos regalos que aparecen misteriosamente junto a la ventana. Aunque es evidente que los padres son los responsables de colocar los regalos allí, la eficacia del ritual radica en que el niño los perciba como un regalo de los Reyes Magos. De este modo, la contribución de los padres no se limita a su esfuerzo físico, sino que también implica un trabajo verbal específico: son ellos quienes narran al niño la historia de los Reyes Magos y le atribuyen la autoría de los regalos.
De este modo, la figura de los Reyes Magos se convierte en una verdadera figura simbólica, cuya presencia se conjura a través de la palabra. La afirmación de su existencia por parte de los padres y la carta que el niño les escribe se transforman en una invocación que les confiere realidad. La entidad de los Reyes Magos es, por lo tanto, puramente simbólica, ya que la realidad de un mito se reduce a las palabras que lo narran y lo mantienen vivo en la memoria colectiva. En este sentido, el mito de los Reyes Magos se sostiene en la narrativa compartida que lo perpetúa, convirtiéndolo en una parte de la tradición y la cultura.
Según la tradición, los Reyes Magos eran tres sabios astrónomos que fueron guiados por una estrella que les anunció el nacimiento del niño esperado. Siguiendo la ruta trazada por la estrella en el cielo, emprendieron un viaje para honrar y obsequiar al recién nacido con sus regalos. La estrella, con su brillo intenso y novedoso, se convirtió en una señal que definía un camino y garantizaba un relato que solo aquellos hombres sabios de Oriente, capacitados para interpretar los signos del cielo, podían descifrar.
El mito de los Reyes Magos perdura gracias a una doble transmisión: la oral y la ritual. No solo se transmite el relato de generación en generación a través de la palabra, sino que también se encarna y se hace tangible a través de la puesta en escena del ritual. Padres e hijos no sólo comparten la historia, sino que también la viven y la recrean juntos, dándole vida y significado a través de la celebración y la tradición.
Un primer enunciado inicial desencadena el proceso ritual de los Reyes Magos en los hogares. Con precisión y tradición, los padres informan a sus hijos que deben escribir una carta a los Reyes Magos para recibir regalos en la noche señalada. Posteriormente, cuando la fecha se acerca, un segundo enunciado paterno invita al niño a participar activamente en el rito: acostarse temprano para permitir que los Reyes Magos visiten su hogar y dejen sus regalos. Estos enunciados rituales marcan el comienzo de una secuencia de eventos que se repiten año tras año, manteniendo viva la magia de la tradición.
Sucede que una de las más notables propiedades de los Reyes Magos es su invisibilidad; no pueden ser vistos, sino que existen en un plano simbólico y emocional. El niño puede escribirles cartas y nombrarlos como destinatarios, pero no puede verlos. Esta invisibilidad es precisamente lo que les confiere su eficacia práctica. La magia de los Reyes Magos se manifiesta a través de los regalos que dejan y su naturaleza invisible es lo que permite que el niño crea en su existencia con ellos de manera mucho más emocional.
Los padres juegan un papel fundamental en el rito de los Reyes Magos, participando activamente en su preparación y ejecución. En primer lugar, transmiten al niño la historia y la tradición de los Reyes Magos, creando expectación y emoción en torno a la noche mágica. Sin embargo, su labor no se limita a la narración. También realizan un trabajo silencioso y oculto que implica la compra y preparación de los regalos, su ocultación y posterior disposición en el lugar adecuado. Finalmente, esperan a que los niños se duerman para desplegar los regalos bajo la ventana, creando un escenario mágico que refuerza la ilusión y emoción del niño. De esta manera, los padres se convierten en cómplices y guardianes de la magia de los Reyes Magos.
De este modo, los padres crean una escenografía simbólica al disponer los regalos y objetos en un lugar específico. Estos objetos, cuidadosamente seleccionados y colocados, se convierten en signos metonímicos que evocan la presencia invisible de los Reyes Magos. En este sentido, el trabajo de los padres es fundamentalmente simbólico, ya que manipulan objetos que actúan como signos y, a través de ellos introducen en el mundo una presencia mágica y sagrada que trasciende lo visible. De esta forma, los padres se convierten en artífices de un lenguaje simbólico que da vida a la tradición y la imaginación infantil.
Después de escribir la carta, la participación del rito de los Reyes Magos se culmina con un acto aparentemente pasivo, pero profundamente significativo: dormir en el momento apropiado. Sin embargo, esta participación no es tan pasiva como parece, ya que el niño se entrega a un proceso activo de simbolización a través del sueño. En este sentido, el niño se convierte en un protagonista silencioso del rito, permitiendo que la magia de los Reyes Magos se despliegue en su imaginación y en su corazón. Y así, el ciclo del rito se cierra dejando y una huella imborrable en la memoria y la imaginación del niño, y renovando la promesa de una tradición que sigue viva y vigente.
En este sentido, el rito de los Reyes Magos se revela como un complejo entramado de significados y prácticas que trascienden la mera celebración de una fecha. Se trata de un ritual que activa la imaginación y la creatividad infantil, que refuerza la conexión emocional entre padres e hijos, y que perpetúa una tradición que se renueva y se reinventa con cada generación.
Etiquetas: Pablo Milani, Reyes Magos, Rituales