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06-02-2025 Notas

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Por Luciano Sáliche

1

“Wo-mur-rang”, anotó un periodista en un artículo sin firma que se publicó en Sydney Gazette en 1904. Estaba en Port Jackson, Australia, presenciando una pelea entre una tribu indígena y la infantería. Un nativo del lugar, al que llamaban Bungary, “arrojó un arma doblada y afilada que se parecía un poco a una cimitarra turca”. Voló unos veinticinco metros y le dio en el brazo derecho a un soldado provocándole “una horrible contusión”. “Los espectadores blancos se quedaron asombrados ante la destreza y la increíble fuerza”, cuenta el periodista anónimo.

El búmeran —en inglés es boomerang; en español búmeran o bumerán— gira en el aire gracias a su perfil aerodinámico que lo hace desplazarse creando a su alrededor una distribución de presiones que genera sustentación. El búmeran gira en el aire, va directo a un objetivo —históricamente: una presa, también un enemigo— y, de fallar, regresa. Pero lo que quiso siempre el ser humano que lanzó un búmeran desde el inicio de los tiempos es que esa herramienta curva y filosa no regrese, que impacte, que golpee, que dañe, que hiera, que mate. El búmeran vuelve cuando falla.

2

Hay una escena de Los Caballeros del Zodíaco que voy a citar mal y de memoria. Ikki, el Ave Fénix, peleaba contra un caballero que tenía unos búmeran con forma de sierra. Los lanzaba y le volvían, y cuando volvían se enganchaban solos a su armadura. Ikki tenía un poder, el puño fantasma, que produce una pesadilla en el rival usando sus miedos más íntimos. El caballero le arroja sus búmeran pero estos vuelven con una fuerza todavía mayor y, desconociendo a su amo, le mutilan ambas manos. Todo fue una ilusión, una pesadilla, pero el caballero acaba de morir del pánico.

3

Frente a una cámara —algunos de pie, otros sentados, todos inmutables— los miembros del gabinete de La Libertad Avanza le hablan a los argentinos. En realidad, el único que habla es Javier Milei. Está su hermana Karina, está Federico Sturzenegger, está Manuel Adorni. Son varios. Milei habla y dice y agrega y acelera. Como una gran topadora sin culpa, avanzan, impiadosos. Disponen del aparato represivo, también de una gran máquina discursiva. Atacan, humillan, se burlan. Lanzan el búmeran creyendo que ya impactó, pero no, está en el aire, sigue girando, y tal vez, de pronto, regrese. 

4

Stalin tuvo un ACV un sábado a la noche. Lo encontró su mayordomo el domingo a las 22 tirado en su pieza, con la ropa de la noche anterior; apenas balbuceaba. Lo ayudó a sentarse, le dio agua. Llamó a un médico recién el lunes a la noche. Durante esas 48 horas Stalin habrá sentido una vulnerabilidad brutal. Desde entonces, nunca se recuperó. La última vez que abrió los ojos vio a varios miembros del partido a su alrededor. Lo miraron en silencio, expectantes. Señaló en la pared una foto: una niña dándole leche a un cordero. Luego se señaló a sí mismo. Y eso fue todo. Al otro día murió.

Cuando murió Stalin, Lavrenti Beria quedó girando en falso. Había sido su mano derecha y ahora el partido lo acusaba de trabajar para agencias de inteligencia extranjeras, de conspirar contra el comunismo. Lo sentenciaron a muerte. Lavrenti Beria fue jefe de la policía y el servicio secreto (NKVD) desde 1938 hasta 1953. Estuvo a cargo, junto a Nikolái Yezhov, de la Gran Purga —las estimaciones van de 700 mil muertos a un millón 200 mil— y ahora el búmeran volvió. De rodillas, rogó misericordia. Un balazo en la frente se la negó.

5

El bumerán más antiguo de la historia se encontró en el año 1987 durante unas excavaciones en la cueva Oblazowa, Polonia. Estaba con el fragmento de un colmillo de mamut. El hallazgo data del Paleolítico Superior, de la cultura pavloviana, unos 23 mil años atrás. “La misma capa también contenía una falange distal del pulgar de un adulto”, se lee en un artículo publicado en la revista Nature el 1 de octubre de 1987. Evidentemente, lanzó el búmeran pero no logró darle a su presa, y el búmeran volvió, y tal vez, solo tal vez, aquel animal al que quería cazar lo terminó cazando a él. 

6

Al cuarto intento de fuga de Miguel de Cervantes de Argel, uno de sus compañeros presos, el fraile montemolinés Juan Blanco de Paz, por envidia, lo delató. Le agradecieron con “un escudo y una jarra de manteca”, pero siguió esclavizado. Una fragata llevaría a sesenta cristianos que permanecían cautivos desde 1575 en lo que entonces era el Imperio Otomano. Los habían capturado en el Mar Mediterráneo, cuando regresaban a España de un viaje a Nápoles. A Cervantes lo rescataron en 1580. A Blanco de Paz —el botón, el ortiba, el alcahuete—, unos doce largos años después.

7

El búmeran aparece poco en la poesía. En un poema del alemán Joachim Ringelnatz: “Una vez hubo un boomerang. / Fue demasiado largo. / El boomerang se fue volando, / canceló su regreso hoy. / El público se quedó ahí en pandilla / esperando ese boomerang”. En un poema del australiano Samuel Wagan Watson: “Estoy perdido. / [Soy] Un búmeran de un solo extremo”. Ambos casos señalan la falla. Si es un juego: debe volver. Si se lanza para dañar: no. Y si mi enemigo me tira un búmeran: que le vuelva, que lo haga mierda.

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