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Por Andrés Pinotti
Cada 24 de marzo Argentina se enfrenta a su propio reflejo. Queremos recordar, pero ¿qué es recordar? ¿Citar a quienes ya dijeron todo? La memoria está, y es una piedra en el zapato del poder, que quiere reducirla a un archivo, a un murmullo de la historia, como un VHS en desuso, algo que se pueda rebobinar y pausar a conveniencia.
Mientras el negacionismo se codea con la impunidad, mientras el gobierno relativiza los crímenes de la dictadura, la memoria es empujada a la zona de los trámites administrativos. Se la quiere momificar. Pero, todavía, por suerte, lo que algunos quieren sepultar, otros lo gritan en las calles.
Después está la otra parte de la cuestión: porque si la memoria es también presente, entonces está atravesada por la economía. ¿O acaso podemos hablar de derechos humanos sin hablar de salarios de miseria, de alquileres imposibles, de trabajos que se evaporan, de gente con hambre? La dictadura no solo desapareció personas; también eliminó la idea de un país sin la soga al cuello. Y acá estamos, con la misma soga: la semana pasada se habilitó una nueva entrega al Fondo Monetario Internacional, ese oráculo oscuro que nunca se equivoca, sinónimo de ajuste y miseria, que viene con el desenlace trágico escrito.
El truco es viejo. Te dicen que es inevitable, que no hay alternativa. La lógica de quienes defienden los intereses del sector financiero en contra del pueblo, siempre con el mismo plan: hipotecar el futuro para sostener un modelo que solo le rinde cuentas a quienes ya ganaron de antemano.
Mientras tanto el “jubilado no es jubilado”, “la protesta no es un derecho, es caos”. ¿Cómo se les avisa a los adolescentes indignados, a los adultos jóvenes precarizados y a los clase media víctimas del relato dominante de los medios que ya no hay casualidades en Argentina? ¿Se les avisa por Instagram? Hay fórmulas, amiguis. Fórmulas que se repiten con la insistencia de un mal chiste.
Hoy, 24 de marzo, no puede ser una fecha de carteles bienintencionados y discursos de circunstancias. Si la memoria no incomoda, es porque alguien la domesticó. Y la pregunta sigue flotando: ¿memoria o qué? ¿Memoria o machete en la nuca? ¿Memoria o resignación? Si todavía queda algo de rabia, de ganas de que la historia no se repita como un loop enfermo, entonces todavía hay tiempo. Para no aceptar la versión oficial del olvido, para dar vuelta este escenario de violencia y escepticismo. ¿Cómo? Organizándose, educando a quienes fueron tomados por la irracionalidad y, sobre todo, defendiendo la democracia. Con los dientes apretados. En cada rincón. En cada conversación. Con el nervio atento.
* Portada: «El hambre» (1981) de Diana Dowek
Etiquetas: 24 de marzo, Andrés Pinotti, Diana Dowek, dictadura, Javier Milei, Justicia, memoria, Verdad, Verdad y Justicia