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13-03-2025 Notas

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Por Pablo Milani

La noticia la escuché esa misma noche en la radio. No sabía qué hacer, pensé que se habían equivocado. Sí, que mis oídos habían escuchado mal, tenía que ser otro nombre. Era eso, no escuché bien y entendí “Pappo”, así que me fui a dormir y no le presté atención, no podía ser verdad. Hace 20 años no había internet y no se podía chequear una información en ese mismo instante en otro medio. Pero al otro día, de nuevo lo dijeron en la radio y también en la televisión y ya no había dudas. Se nos había ido al más allá el guitarrista más completo y divertido arriba de un escenario nacido en estas tierras. Hasta ese momento Norberto Napolitano había recorrido un camino largo y sinuoso, con altibajos de todo tipo, que tenían que ver no con su forma única de tocar las seis cuerdas, sino con su carrera y en su desparpajo como músico sin fronteras. Llegó a formar bandas que dejaron un legado inextinguible y hasta llegó a tocar con el Rey del Blues; BB King, en el Madison Square Garden cuando lo vio tocar y no pudo creer lo que veía en el país del continente americano más al sur llamado Argentina. 

Pappo nació el 10 de marzo de 1950, años después de su repentina muerte declarado el Día del guitarrista, en el barrio de la Paternal, en la ciudad de Buenos Aires y desde el comienzo de su vida supo que sus días se desarrollarían con una guitarra colgada al hombro, entre escenarios y salas de ensayo y con un taller mecánico en su propia casa, su otra pasión.

Pero su día uno quizás fue en ese preciso instante en el que escuchó por primera vez a Little Richard, quedó alucinado por su forma de tocar y el swing que tenía. De ahí en más supo que quería ser eso. Quería saber de qué se trataba esa energía, ese sonido endemoniado que salía del aparato de radio, y lo salió a buscar.

La primera vez que se pudo escuchar una guitarra de Pappo grabada fue en un simple, con las canciones Diana Divaga y Tema en Flu sobre el Planeta (1968) de los primeros Los Abuelos de la Nada aquella banda comandada por Miguel Ángel Peralta, mejor conocido como Miguel Abuelo, a fines de los años ´60. La guitarra de la primera canción fue tocada por Claudio Gabis (Manal) y la segunda por Pappo. Pero ese proyecto no funcionó y el joven músico siguió su camino solo.

Poco tiempo después apareció la oportunidad de integrar una banda de renombre en ese momento que fue Conexión Nº 5. Durante una presentación en Mar del Plata, en el verano de 1969, conoció al grupo Manal, lo invitaron a tocar, y una vez más el incipiente músico de la Paternal, aceptó. Ese encuentro duró toda esa temporada. Ya a su regreso a Buenos Aires, Pappo conoció a Litto Nebbia, integrante de Los Gatos, en La Cueva, un reducto donde se juntaban a tocar seres de distinta estirpe en una ciudad desbordaba de música y experimentación. Litto quedó impresionado cuando lo vio tocar y lo invitó a formar parte de su banda, por supuesto, Pappo de nuevo dijo que sí. Desde ahí se lo puede apreciar en dos trabajos discográficos de la banda como son Beat Nº 1 (1969) y Rock de la mujer perdida (1970). Dos hallazgos de virtuosismo y maestría del cada vez más activo guitarrista. 

Pero Pappo era muy inquieto en ese momento y su talento se podía ver casi en cualquier lugar donde lo dejaran tocar lo que quisiera. Fue en una de esas noches cuando el reconocido productor discográfico y empresario editorial Jorge Álvarez, le propuso largarse como solista. Ahí el hiperactivo guitarrista se lanzó con todo y reclutó a David Lebón en el bajo y a Black Amaya en la batería dando así a conocer lo que sería la primera formación de Pappos´Blues con su álbum homónimo en 1971. A este primer trabajo se destacaron cinco más, todos con distintas formaciones, discos que terminaron siendo una piedra angular del rock local. Por esos años, también ayudó a grabar las guitarras del primer y segundo álbum de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll. Esta fue una característica del genial guitarrista, fiel a su búsqueda de un sonido propio y también al desorden reinante de su modo de vivir, sin embargo él siguió haciendo música demostrando el crecimiento y sus ganas imparables de tocar. No obstante, en este recorrido, el ahora genio de la guitarra empezó a trascender por sobre sus pares y esto no fue muy de su agrado, porque nunca buscó eso, él sólo quería tocar sus propias canciones. La prensa lo terminó acosando y escapó por un tiempo a Inglaterra. 

Pero cuando Pappo volvió al país se encontró con el gobierno de facto de Jorge Rafael Videla y decidió huir hacia Brasil, gracias a un llamado de su amigo Alejandro Medina, ex bajista de Manal. Allí, junto al baterista brasileño Rolando Castello Jr. formaron Aeroblus, volvieron a Buenos Aires y grabaron un álbum, Aeroblues (1977) con un sonido mucho más pesado que su anterior proyecto y seguramente atado a las influencias que había traído del viejo mundo. Pero la Argentina lejos estaba de pasar por un buen momento y esto les dificultó encontrar lugares para hacerse conocer y la banda se disolvió poco tiempo después.  

Esto hizo que volviera a su anterior proyecto, con un nuevo álbum y una gira por Europa. En este camino de vértigo y adrenalina Pappo se convirtió en uno de los guitarristas argentinos más reconocidos, no sólo a nivel nacional sino internacionalmente. Su música y su guitarra le indicaban el único camino que a él le interesaba recorrer, el de la libertad.  

Tal es así que en esos años la experimentación que vivió en Europa pudo más y allí se dio cuenta que ya era tiempo de dejar el blues a un lado y hacer algo más pesado. El nuevo proyecto a su vuelta a Buenos Aires, y estrenando nueva década, se llamó Riff, una formación que se iba a convertir en un clásico, con Michel Peyronel (batería), Boff Serafine (guitarra rítmica), Vitico (bajo) y el propio Pappo en voz y guitarra principal. Con seis álbumes de estudio, más otros en vivo y con cambios de integrantes en el medio, fue una banda legendaria que dio muestras de profesionalismo tanto arriba del escenario como de desenfreno abajo del mismo. Con separaciones y diferentes estados de ánimo a nivel social y cultural del país, ya que había nacido en tiempos de dictadura, se mantuvo, con varias interrupciones, durante toda la década del ´80 y gran parte de los ´90. 

A comienzos de la década del ´90 Pappo editó un disco que terminó siendo muy representativo; Blues Local (1992), una pieza que vuelve a sus raíces del blues y que combina la energía y la pasión del rock. Aquí el músico argentino desplegó todo su talento para contar historias y conectar con su audiencia de manera muy intensa y emocional. Por otra parte, lo que va a ser su última producción discográfica, merece un capítulo aparte; Buscando un amor (2003). A principios de los años 2000, la escena musical argentina estaba experimentando un resurgimiento del rock nacional, con bandas como Los Piojos y Divididos alcanzando un gran éxito. Sin embargo, Pappo se encontraba en un momento de reflexión y búsqueda personal, después de haber superado algunos problemas personales. Este álbum terminó siendo su último trabajo de estudio y refleja la búsqueda personal y espiritual del músico. Es un disco que aún hoy sirve como un recordatorio de lo que significó y el legado de uno de los músicos argentinos más talentosos. 

Pero la personalidad de Pappo era aún más increíble que su talento como guitarrista. Desde sus inicios, en su filosofía bien de barrio, lo más impresionante es que estaba haciendo lo mismo que Clapton o Hendrix hacían en Londres, sólo que a miles kilómetros de distancia, en un país recóndito y alejado del sur. También se animó a hacer una singular participación como actor en la serie Carola Casini, producida por Pol-Ka, en el año 1997. 

Pappo, además de ser un  guitarrista todo terreno, fue el cantante y compositor de algunas de las canciones que hoy se siguen haciendo en muchos conciertos e inolvidables por todos y unos de los precursores de nuestro rock, junto a Litto Nebbia, Luis Alberto Spinetta, Javier Martínez y Charly García, entre otros. Con todos ellos en algún momento de su intensa vida tocó y a todos les dejó algo inextinguible, su versatilidad en el instrumento y su personalidad única e inabarcable. Su pérdida hoy, 20 años después, sigue siendo insustituible. Quedaron canciones inolvidables como “El viejo”, “El hombre suburbano”, “¿A dónde está la libertad?” y “Sucio y desprolijo”, entre otras. 

Sí, fue aquella fatídica noche de un 25 de febrero brumoso de 2005, en un malogrado viaje de vuelta en moto, después de una cena, en el Partido de Luján, junto a su hijo Luciano. Un  roce, junto a la picardía de los grandes y una fatal caída en su Harley Davidson terminaron con todas las ilusiones de un hombre sinigual, en todo sentido. Fue unos días antes de cumplir 55 años. Al otro día, su despedida en el Cementerio de la Chacarita fue multitudinaria, entre silencios, algunas lágrimas, ruidos estruendosos de grandes motos y gritos de arenga. Hasta el sol se negó a salir ese día. Yo estaba ahí. 

Hoy sus restos descansan en la Plaza Roque Sáenz Peña, cerca de donde él vivió, debajo de un monumento, obra de la escultora Virginia Caramés.

 

 

 

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