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16-04-2025 Notas

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Por Luciano Lutereau

En estas semanas leí completo el curso “El partenaire-síntoma”, de Jacques-Alain Miller. Es excelente, nunca lo había leído de principio a fin y es un gran seminario.

Por el motivo siguiente: la relectura que hace del síntoma —a partir de “Inhibición, síntoma y angustia”, de Freud— para ubicarlo en una dimensión que es la del plus-de-goce, es muy sutil.

Lo hace a partir de una revisión de la categoría de satisfacción, de acuerdo con el seminario “Aún” de Lacan —en tensión con la idea la Cosa del seminario lacaniano de la ética.

Por esta vía, consigue hacer algo sumamente discutible como original: darle una positividad al goce sintomático.

Esta idea es discutible teóricamente, pero es clara la clínica en que Miller funda su planteo: esos casos en que lo central es una actitud que no hace lazo, que no pasa al Otro.

Dicho de otro modo, en el núcleo del sujeto hay un resto que no es susceptible de transferencia, que incluso la objeta y no tiene vía de tratamiento a través de la interpretación.

Esta es una reformulación del estatuto del objeto a que nunca leí que nadie explicara mejor ni le diera tanta relevancia. Quien afirme esta idea, es milleriano, lo sepa o no, porque ni siquiera en Lacan es tan claro este planteo.

Es cierto que esta clínica no nació con Miller; empezó con Klein y siguió con los analistas de las posiciones esquizoides. En esta línea, este curso anticipa y es la fundamentación teórica en el lacanismo del planteo posterior de la psicosis ordinaria.

Lo digo mejor: Miller empieza en este seminario una revisión de la noción de sujeto, ya no a partir de la división neurótica, sino a partir de su resto inasimilable, que lleva al pensamiento consecuente de que el sujeto por excelencia ya no sea el de la neurosis sino el de la psicosis.

Miller realiza el sueño lacaniano de replantear el psicoanálisis a partir del análisis del psicótico, pero no del que se divide ante los efectos sintomáticos de la forclusión, sino del psicótico que se reconoce mejor en la experiencia del goce en el cuerpo.

A fines de los ‘90, Miller pone al día al psicoanálisis con los desarrollos que la escuela inglesa venía haciendo desde hace 40 años antes. Así se carga de fuerza para discutir mejor con Kernberg, algo que no podía hacer con el lacanismo del significante.

Después de esta lectura entiendo mejor por qué al año siguiente de este seminario viene el que se titula “La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica”, en cuya primera parte hay todo un desarrollo sobre el problema del carácter.

Ahora voy a releer este seminario, nunca se me había hecho tan patente la pregunta clínica de Miller, que es excepcional y sumamente concernida con una práctica contemporánea.

Con esta lectura me convencí definitivamente de que Miller no solo es un gran lector, sino un clínico muy fino.

* Portada: detalle de «La loca» (1925) de Otto Dix

 

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