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Por Aldana Fernández
El 27 de enero de 2025 se cumplió el 80mo aniversario de la liberación de Auschwitz, uno de los campos de exterminio más feroces de la historia del siglo XX. Allí, millones de personas fueron asesinadas, entre ellos judíos, homosexuales, gitanos, comunistas y socialistas, polacos, artistas e intelectuales y cualquier persona considerada como enemiga o indeseable por el regimen nazi.
En ocasión de este aniversario, recordé el interesante film de Jonathan Glazer llamado Zona de interés, estrenado en 2023. Una película que se inspira en la novela homónima de Martin Amis. Allí se retrata la vida de los Höss, una familia que mantiene su hogar junto a Auschwitz durante el Holocausto. Rudolf Höss (interpretado por Christian Friedel) y su esposa Hedwig (con la actriz Sandra Hüller) conforman un hogar de apariencia tranquila y trabajadora. En el centro de la trama está la cuestión de la apariencia, y esto es importante resaltarlo porque esta historia se teje en una aparente calma, una tensión entre lo cotidiano y el horror. Auschwitz conforma el telón de fondo y el ambiente frecuente de la vida íntima de esta familia. La señora Höss cría a sus hijos, coordina las tareas del hogar, organiza las comidas, riega sus florecientes plantas y sostiene la vida del grupo. Mientras tanto, observamos a un padre “cariñoso”, un esposo “amable” y un esforzado trabajador del centro de exterminio (el comandante principal del centro). Durante el film se oyen ruidos permanentemente, aparecen las imágenes del centro de exterminio de fondo; desde el patio familiar se ven los muros con los peligrosos alambres del perímetro y las chimeneas que emanan cenizas humanas. La película no muestra nada explícito, pero usa el borde para sostener la cercanía con el horror. Constantemente irrumpen disparos, hay gritos, se escucha el sonido de las calderas de los hornos y el silbido de las cámaras de gas. Los hijos de este matrimonio se los percibe embebidos en este clima; reflejan gestos de la crueldad mediante sus saludos nazis, se tropiezan con restos humanos y juegan con ellos.
El cineasta retrata con el lente bien ajustado la cotidianeidad de la familia mostrando en detalle cuestiones como el dedicado trabajo que realizan en el invernadero, los momentos de la piscina con tobogán y los niños, o los delicados cuidados que le propinan al jardín lleno de flores. Todo sucede en una aparente armonía mientras pasan empleados que parecieran ser posibles detenidos del centro de exterminio por los gestos y los trajes que llevan.
Vemos una familia llevar una vida frívola y cotidiana mientras se “sabe” que los humos de la chimenea, del espacio lindero a su domicilio, es producto de la muerte de miles de personas por día. A medida que avanza la trama del film nos vamos acostumbramos a Auschwitz como un ruido de fondo. ¿Por qué nos acostumbramos al ruido de fondo? De esta manera, el Holocausto no solo es retratado como la miseria de millones, sino como la cotideaneidad de millones. Ponerse en los zapatos del perpetrador abre la posibilidad de incomodarnos con la imagen de que podemos acostumbrarnos al ruido de fondo.
En esta película se logra ilustrar con mucha claridad algunos de los conceptos centrales de la filosofía del siglo XX. Se publicó recientemente un texto del filósofo e historiador de arte francés Georges Didi-Huberman, llamado ¿Por qué obedecer?, donde se retoman las ideas centrales del pensamiento de Hannah Arendt para volver sobre la pregunta: ¿Cómo se construye la arquitectura de la obediencia? La autora alemana estudió el caso de Adolf Eichmann, uno de los principales responsables del genocidio, y al analizar su personalidad dictamina que cualquier persona puede cometer los más terribles crímenes simplemente obedeciendo órdenes. En el centro del planteo radica que este hombre hacía el mal sin mostrarse particularmente malo. Esto es lo que escenifica brillantemente Zona de interés. Arendt discute con la idea de “monstruo” para llegar a la cuestión de la banalidad del mal. Durante el nazismo, por su magnitud y su duración en el tiempo, fue necesario que se desenvuelva una compleja cadena de tareas divididas entre miles de personas, la obediencia implica toda una red. Una escalera de divisiones que dificulta el cuestionamiento de las órdenes recibidas, fragmenta la responsabilidad y facilita el flujo de la obediencia. De esto no se deriva necesariamente que toda autoridad pretenda hacer el mal, pero no olvidemos que hablamos de un régimen que exaltaba el odio, organizaba miedo e insistía en la deshumanización del otro por múltiples canales. Como buen filósofo, G. Didi-Huberman propone -retomando a Nietzsche y a Deleuze- no abandonar al devenir-adultos, el impulso vital del devenir-niños. Para problematizar la obediencia, sostenerse en las preguntas ¿por qué? y ¿para qué? como premisas fundamentales.
El escritor italiano Primo Levi en su libro Si esto es un hombre ha descrito su experiencia como prisionero de Auschwitz y como sobreviviente del Holocausto. En uno de sus relatos nos arrima una advertencia: “Una mañana de invierno, tenía tanta sed que saqué un poquito de hielo de la ventana, pero el guardia lo arrebató de inmediato. Levi preguntó, simplemente: ¿Por qué? Y el guardia le respondió: ‘Aquí no hay por qué’”.
Recuerdo con frecuencia cuando en el 2007 Juan Gelman gana el Premio Cervantes (uno de los mayores premios de la lengua hispana). En el evento de entrega del galardón dedica esa consagración a los niños que mueren injustamente a cada segundo. El poeta argentino, durante toda su vida, sostuvo una mirada profundamente humanista y no se cansó de denunciar permanentemente que la insensibilidad y la indiferencia son dos gestos fundamentales que conforman un campo fértil para el avance del autoritarismo. En ocasión de una entrevista que Juan le hace a Pilar Calveiro (periodista perseguida y detenida ilegalmente por la dictadura militar argentina), ella dice algo oportuno para reflexionar sobre lo que Zona de interés trae hoy: “Pensar en los campos como una aberración -asegura- es negarse a mirar en ellos a nuestra sociedad”.
La película problematiza la cuestión de la obediencia, la naturalización/normalización de la crueldad y permite salir de la simpleza de pensar que existe un solo “monstruo”. Nos confronta con la posibilidad de un fascismo “que pulula y que salta de un punto a otro”. Esto lo plantean con claridad en el apartado “Micropolítica y segmentaridad” los autores Deleuze y Guattari (Mil mesetas, 1988). Para los autores, hay un fascismo rural y un fascismo de la ciudad o del barrio, joven fascismo y fascismo de excombatiente, de izquierda y de derecha, de pareja y de familia, de escuela o de despacho. Cada fascismo se define por un microagujero negro que vale por sí mismo y que se comunica con los otros antes de resonar en un gran agujero negro central. Comienzan a interaccionar entre sí antes de resonar todos juntos en el Estado. El fascismo es inseparable de sus peligrosos microfascismos. Deleuze y Guattari insisten en que existe un fascismo de todos los días: en nuestras relaciones personales, en nuestras formas de desear, en la manera en que reproducimos jerarquías, odios o sometimientos en lo cotidiano.
El realizador de la película afirmó con exactitud: “Para mí, ‘Zona de interés’ no es una película sobre el pasado. Intenta hablar del presente, de nosotros y de nuestra similitud con los perpetradores, no de nuestra similitud con las víctimas (…) Creo que hay algo en nosotros que lo impulsa todo: la capacidad para la violencia que tenemos. Por esa razón era importante construir un relato que el espectador complete, involucrándose, haciéndose preguntas”.
Hoy es necesario advertir, con claridad, que en Argentina se está llevando a cabo un sacrificio colectivo en nombre de “acomodar la macroeconomía”. Se trata de un fenómeno dominante -tanto en la escala de la macropolítica como en la de la micropolítica- signado por: la brutalidad, la falta de misericordia, la deshumanización de ciertos Otros, el odio organizado y la crueldad despiadada.
Con lo que se escribe hasta aquí no se pretende clausurar la discusión, ni concluir si lo que vivimos es, o no, una forma de fascismo. Pero sí se busca reflexionar con premura, porque estamos -a nivel mundial- en un borde peligroso, y este film se vuelve necesario en tanto propone un ejercicio de memoria colectiva. Abre un espacio de preguntas y nos permite indagar: ¿De qué manera se logran naturalizar y burocratizar prácticas atroces?; ¿Cuáles son los fenómenos concomitantes y colindantes con este proceso? y ¿Cómo se consolida la complicidad silenciosa de miles de personas? ¿Cómo se llega a tal nivel de insensibilidad e inhumanidad?;
En su último poemario, Gelman insiste: “País en sufrimiento, descifren las anchas cintas del castigo, no se duerman al pie de las pedradas. Mundo que insistes con sangre de la guerra, nunca dominarás a tu poesía” (Hoy, 2013).
Etiquetas: Actualidad, Aldana Fernández, Auschwitz, Cine, Georges Didi-Huberman, Hannah Arendt, Holocausto, Juan Gelman, Martin Amis, Nazismo, Primo Levi, Zona de interés