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05-05-2025 Notas

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Por Pablo Milani

Alguna vez Borges dijo que ser argentino es una decisión. Con esta simplificación dejaba de lado la fatalidad de haber nacido en un lugar como un condicionamiento, como una obligación y malestar que había que soportar. César Luis Menotti podría ser ese ejemplo. Un hombre y sus circunstancias, elegante, inteligente, intelectual, fluido de palabras y de pensamiento, muchas veces metafórico, otras tantas directo. Un hombre que supo hacer lo que más le gustaba en un lugar que tomó como propio, con barro, pasión y una pelota rodando como referencia y no como corriente exitista. Dejó en claro que uno en cualquier actividad que realice, directa o indirectamente, plantea un estilo de vida o una sociedad en la que le gustaría vivir y que el fútbol es mucho más que lo que sucede dentro de una cancha, es una manera de ser y de sentir. Es una ética de trabajo. Un lugar con llanura, estepa y ondulaciones que hay que saber cuidar e instruir con coherencia y sabiduría.

Porque hay ideas que sirven y otras que no. El mismo que dijo que en el fútbol encontró por dónde empezar algo, así como los músicos con sus instrumentos o los poetas con la lapicera porque hay que tener cuidado cuando se logra el éxito de cualquier manera.

También supo enfrentar la insensibilidad del poder político frente al negocio despiadado del fútbol con la farsa de la distribución de la riqueza. Desde sus inicios, integró una época donde se podía discutir ideas entre utopías y sueños dentro de un fuerte compromiso social. Asimiló la narrativa de pertenecer a un hogar durante la llamada resistencia peronista y se supo codear con gente más grande en sus primeros años de su juventud. Tiempos en que las calles temblaban con devoción. Después, con los años, encontró en el fútbol su lugar de expresión. El que soñó un equipo como una orquesta, con arreglos, armonías y sofisticación. Tiempos en los que el fútbol estaba por arriba de los negocios. 

Desde sus inicios en Rosario Central como jugador, fueron años de bohemia y complicidad, épocas en los que había un sentido de solidaridad y pertenencia, pasión, aventura y un sentido de representatividad por encima de todo. Por allí deambulaba el mundo, su mundo, esa lucha entre la gente y su público para generar una corriente afectiva. Tiempos en que no importaba demasiado la cantidad de goles a favor o en contra pero sí la calidad de juego, tardes de pleno césped bajo un sol intenso rodeado de infinita libertad. Pero no hay ninguna motivación que no parta del conocimiento. El fútbol, al igual que una orquesta, es un producto de ensayos y aprendizajes, de tácticas y estrategias. Porque el fútbol no es una exhibición de toque, es un razonamiento y la pelota su atractivo primordial. Porque el fútbol no es sólo vertical, también puede ser horizontal, corto, largo, lento y rápido, es un juego donde basarse de conceptos claros y precisos de una materialidad que tiene que ver con el compromiso. Porque también el fútbol, como en el truco, es engaño. Hay que burlar al adversario para la tenencia de la pelota y producir lugares que nos haga llegar al arco contrario, eso decía Menotti.

Porque ninguno es dueño de la verdad, sólo la tienen los jugadores que están dentro de una cancha y tienen que jugar y estar a la altura de la gente que los va a ver. Pero siempre lo más importante va a ser jugar al fútbol, después hay acciones que no admiten discusión. El fútbol, desde el sentido colectivo se piensa a un toque, que sería la idea de una orquesta musical, en cómo se piensa y se actúa, y Menotti entendió eso. 

Pero la historia le tendría un lugar asignado, entendió que en la Selección Argentina estaba la trascendencia del fútbol y el país más al sur del continente americano tenía talentosos jugadores, sólo había que trabajar duro y pensar colectivamente hacia una forma de trabajo constante y de sacrificio.

Inmediatamente después de haber salido campeón con Huracán y frente a un nuevo fracaso en el Mundial de 1974, César Luis Menotti estaba listo para hacerse cargo de la Selección Mayor de fútbol. Estaba convencido que el tiempo de la improvisación había quedado atrás, porque el fútbol era cosa seria y había que construir una forma atractiva, desde cero, para lograr entretener, después brillar y en ese camino intentar hacer más goles que el adversario. Entendió que el jugador había que guiarlo en sus primeros pasos como a un bebé, aconsejarlo y enseñarle un concepto de juego, pero colectivamente. Que no son futbolistas, sino hombres que juegan al fútbol, así el jugador se tiene que convertir en un estratega, algo que va más allá de la preparación física, tanto en la cancha como en la vida. Supo diferenciar lo interesante de lo importante y el espectáculo del juego porque no basta sólo el esfuerzo, es el talento lo que sensibiliza.  

Aquella frase del Flaco que se juega como se vive es una interpretación de lo que se siente. Fue el que dijo que existía un fútbol de derecha y un fútbol de izquierda. En el imaginario colectivo, el de derecha vendría a ser un fútbol mezquino, ausente de eficacia, que no se detiene ante nada ni nadie y el otro es un fútbol más generoso, más abierto y comunicativo, más participativo del sentimiento de la gente. Quizás por eso Menotti dijo que el jugador depende de cómo jugara, él podía decir qué música le gustaba.

También fue el responsable de dejar afuera de un mundial al pequeño gran genio Diego Armando Maradona después de una práctica en la que el zurdo de rulos metió cuatro goles casi sin esfuerzo. Quizás en ese momento el entrenador pensó que habría empañado el desenvolvimiento de los más grandes. Dio la sensación de que Diego no podía ser tan bueno entre los mayores, y lo dejó a un costado. Para el técnico, aquel jugador que se convertiría en héroe de la patria unos años más tarde, dijo que ser figura a los 17 años significa un riesgo si no se está preparado para afrontarlo. Lo cierto es que la historia se encargó de acomodar las piezas, secar las lágrimas, abandonar la frustración y utilizarla para lo que iba a venir.

César Luis Menotti llegó hasta la final con esa Selección y logró ganar la Copa del Mundo en plena dictadura militar. En el momento que asumió Menotti pidió un reglamento de selecciones aprobado por asamblea para que la firmen los presidentes. Además, peleó por un contrato de tres temporadas, doce amistosos por año, exigió una gira por Europa para codearse con los grandes rivales y sobre todo federalizó el fútbol conformando cuatro selecciones; la metropolitana, que dirigía él, la del interior y las juveniles. Aquel 24 de marzo de 1976, el día del golpe, César Luis Menotti ya era técnico de la Selección y se enteró durante una gira que estaba haciendo con el equipo en Polonia, que en aquel momento era un estado satélite de la Unión Soviética. Ni bien regresó al país presentó la renuncia pero no se la aceptaron y decidió seguir con la sola condición de no tener ninguna restricción en sus decisiones. Inmediatamente después de ese triunfo armó la Selección Juvenil para participar del Mundial de Japón y volvió a ganar la copa. Nunca se había dado una situación de tanta algarabía en la historia del fútbol argentino. 

Pero los años crecen y la historia se agranda porque el fútbol como hecho cultural, fue, es y será una revolución en la historia de la pobreza, sobre todo de los postergados. Fue el que supo que el fútbol debería ser un equilibro entre múltiples variables, una extensión del arte, con música, aventura, obsesión, participación y trabajo colectivo entre sus integrantes. El que nunca intentó que dejara de jugar el adversario pero sí hacérsela difícil porque el jugador se hace en el potrero, en el barro, esquina contra esquina, en ese vaivén generador de tristezas y alegrías. Porque un jugador, al igual que un equipo, es también un estado de ánimo.

Pero al cabo del hachazo irreparable del tiempo, la historia más reciente con la Selección Nacional, una vez más, le tenía un espacio reservado. En 2019 César Luis Menotti fue designado Director de selecciones nacionales por el actual Presidente de la AFA, Claudio Tapia, y esto fue un triunfo desde el primer momento para todo el plantel técnico liderado por Lionel Scaloni y los jugadores que más adelante formarían parte del Mundial de Qatar en 2022. Aquella vez Argentina se llevó de nuevo la Copa del Mundo, la tercera, y la alegría fue completa. El Flaco partió de este mundo con el trabajo bien hecho el 5 de mayo de 2024, tenía 85 años. Fue el padre del fútbol, el que diseñó esas partituras únicas tanto en la cancha como en la vida. Su legado trascendió su época y su estilo de juego y su filosofía de entrenamiento seguirá siendo una inspiración para siempre.

 

 

 

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