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03-04-2020 Notas

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Por José Luis Juresa y Cristian Rodríguez | Portada: Nicola Davison Reed

Primera entrega


Ciencia conjetural

A pesar de que Lacan ubica el discurso científico en otro apartado lógico en su Seminario 11, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, en la consistencia del discurso amo, no hay dudas que el psicoanálisis toma sobre sí el relevo de una serie de preguntas dialécticas que provienen justamente del pensamiento científico, y más precisamente son herederas de la medicina, de la práctica médica. Tomar su relevo no supone el principio de identidad ni la conservación de su posición respecto de la pretensión de saber absoluto; y que este saber hacer del psicoanálisis  muchas veces es tomado por un timo no desmerece su lugar como ciencia conjetural, acorde a los principios de la construcción de hipótesis y del desarrollo del pensamiento hipotético deductivo. Es justamente el psicoanálisis una disciplina de lo incompleto y sobre lo que falta. No hay otro modo de ajustarse a esta regla fundamental que por medio de eso que nos hace humanos parlantes, el lenguaje, más precisamente el significante en su relación con los aportes de la lingüística estructural. Hasta allí llegan los últimos avances teóricos y clínicos de esta disciplina ¿Será lo último que tenga para dar de sí?

Relevo que se toma de la neurología, la psiquiatría dinámica y la medicina que hace clínica. No hay modo más cabal de situar uno de los conceptos medulares del psicoanálisis, a saber la transferencia, que por su estricta relación a la presencia del analista, soportando el cuerpo del discurso. Nada más ajustado al concepto de clínica.

El cisma comienza con el descubrimiento freudiano de una incomparecencia de la localización neurológica de las funciones con el órgano, de allí la primera resistencia teórica de Freud con el descubrimiento del inconsciente. Fueron necesarios cien años de desarrollo tecnológico para constatar las teorías de Freud: no hay localización estricta de la función. Basta leer El proyecto de una psicología para neurólogos o La Interpretación de los sueños, allí donde se establecen las bases de funcionamiento del aparato psíquico, para entenderlo y convalecer en su ruptura epistemológica.

La psiquiatría revisa a partir de la década del cincuenta, con el desarrollo de los psicofármacos, lo que ya el psicoanálisis en la intervención del dispositivo de la transferencia hacía desde sus albores, hacer pasar la relación clínica entre paciente y analista -entre analizando y analizante- por el tamiz de un recorrido, el propio de la pulsión como concepto límite entre lo psíquico y lo somático, que no es otro que el de tomar el significante como sustancia en relación con el sujeto (el sujeto supuesto al saber de la relación transferencial y el sujeto de desconocimiento propio de quien porta la palabra, los hablantes).

Escritura

De tal modo que -y a pesar de sus peores agoreros- el psicoanálisis no es una filosofía sino más bien una escritura ¿Qué escribe el psicoanálisis? La relación –por medio de la “barra de la castración”, eso que hace al límite universal de la relación con lo humano, a saber la prohibición del incesto en su aspecto antropológico –señalada por L. Strauss- y el límite de posibilidad del significante en su relación con la significación-. No captura entonces ninguna totalidad, no hay ni hermenéutica ni cientificismo por ninguna reducción positivista, una primera enunciación entonces, define su objeto por la relación entre el lenguaje y el cuerpo simbólico, y una segunda, por las consecuencias de esta intervención -la propia de la primera enunciación- en lo que se produce  sobre el cuerpo real.

Ambas son transformaciones que operan e intervienen sobre 1) la posición del sujeto con el universo simbólico y lo real del significante, es decir que atañen al los efectos sobre el cuerpo simbólico y sus funciones 2) sobre lo real del órgano  

El psicoanálisis es una práctica negativa, es decir se leen y deducen sus efectos de verdad -sus efectos en lo real del cuerpo-, por sus repercusiones y correspondencias  con otros elementos en juego ¿Cuáles son estos? Los cambios de posición en relación con lo real. De tal modo que es una práctica que bien podríamos formular y expresar en términos matemáticos, proclive incluso a las intervenciones y desarrollos que hace la física cuántica y la física de las cuerdas.

¿Cuál es, a nivel conceptual, su punto de clivaje, su “gravedad” en juego? Lo inconsciente, lo inconsciente ya definido como no localización cerebral, sino en sus efectos permanentes, perfectamente deducibles, observables y constatables. Como todo sistema científico, se sostiene en una lógica –al menos- dual, en su aspecto de definición y tensión. En este caso particular, el del psicoanálisis como ciencia, no podríamos situar lo que es del orden de lo inconsciente sin referirnos a la pulsión, lo pulsátil, el punto de fuga que recorre el cuerpo –el cuerpo del lenguaje y el cuerpo real- y en su tentativa a cero, de llegar a cero –el principio de nirvana descripto por Freud- produce un rodeo, un recorrido, una vida, una serie de articulaciones asociativas, un trabajo, una producción. Esto es lo que surge como otro de los descubrimientos fundamentales de la producción teórica del psicoanálisis: la “pulsión de muerte” es la pulsión originaria, aquella a la que apuntan todos los organismos vivos. La definición de objeto surge de los resultados de esta tensión entre estos dos conceptos, inconsciente y pulsión,  análogos y modulares con otras teorías científicas contemporáneas, de las que la física cuántica es una de ellas, entre otras. Pero ya esa es otra cuestión.  

Por contrapartida,  la proliferación de las neurociencias durante el cierre del siglo XX es un intento de retrotraer la práctica psicopatológica a los albores organicistas y sus etiologías órgano genéticas, introduciendo en la figura del neurólogo un “cuidador de almas.” Esto supone que frente a la serie de síntomas psicopatológicos de etiología diversa y de índole psíquica estructural, la supervisión del neurólogo reintroduce en el campo de la psicopatología la “sospecha” de una etiología orgánica o devenida de sus correlaciones lógicas.    

La des-localización

Atentos a que el psicoanálisis es una anticipación a las nuevas formas con las que la ciencia fue asumiendo que lo Real es, por definición, imposible de ajustar a un campo de dominio absoluto, de lo cual la física cuántica es su primer reconocimiento (aunque la física de Einstein, la relatividad, la introduce y es su “preámbulo”), la “deslocalización” de las supuestas “funciones” mentales respecto a un órgano o zona de la organicidad del cuerpo de la medicina, que nos de pie a una intervención anticipada, medida y calculada, que nos conduzca hacia un estado determinado de la normalidad, es sencillamente imposible.

La función del lenguaje es, estrictamente, la deslocalización del sentido, que no es otra cosa que un efecto de la red del lenguaje “vivo”, es decir, del “ser parlante”, que no tiene estrictamente nada que ver con el individuo. Ese ser parlante, en principio, es deslocalizado, nunca se sabe – por lo menos “a priori”, quien es. No tiene identidad, y eso, para la ciencia clásica, es un problema: la identidad de las cosas o de los objetos de estudio.  

Freud trabaja sobre el problema de la identidad de percepción desde el comienzo. La que denominó “vivencia de satisfacción” fundante del psiquismo coloca a la identidad (en este caso de percepción) como “alucinada”, es decir, que lo que funda el psiquismo es una experiencia de lo irreal, dejando afuera lo Real como a la identidad misma: jamás se puede percibir el objeto más que a través de la mediación de lo que le da soporte a la alucinación que satisface otra cosa que la pura necesidad nutricia del bios, y eso es la lengua y sus detritos históricos, su ADN de información pulsional, que viene desde el archivo viviente del cuerpo gozado por la vida y las vidas de sus antecesores. La lengua viva es un caldo de información pulsional soportada en la memoria del cuerpo. ¿Cuál cuerpo?

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Comentarios

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