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Por Luciano Sáliche
El periodismo no es un fantasma autónomo que aparece en la tele, en las radios, en los diarios, en los portales con cara de preocupación. El periodismo es un trabajo y los que lo ejercen, los que narran y analizan las noticias, son los periodistas, los trabajadores de prensa. Para pensar el momento que atraviesa esta profesión hay que poner el foco en cómo se trabaja hoy. Son tiempos de concentración mediática y precarización laboral, sostuvo Mariano Suárez en una reciente entrevista en Polvo. Mientras las condiciones de vida se encarecen, los sueldos permanecen congelados: en 2019 sólo hubo un 15% de recomposición salarial —la inflación anual fue del 53,8%— y en 2020 las paritarias bien gracias. Cada vez hay menos puestos de trabajo, pero la productividad sigue a tope.
Lo interesante del periodismo de esta época es ver cómo se conjuga con las narrativas que proponen las redes sociales: el clickbait a todo trapo, el análisis de coyuntura reducido a un pulgar arriba y a un pulgar abajo, el influencer como reemplazo del intelectual, la viralización como meca, la editorialización constante y la simplificación de cualquier debate que cuestione el statu quo. ¿Cómo bajarse de esa autopista desquiciada? Otro periodismo es posible. Siempre lo fue. Pero ahora, quizás, se ha convertido en una necesidad encontrar canales que, no sólo procesen la información de otra forma —más original, más trabajada, más honesta—, sino que también construyan un discurso que esquive todos los lugares comunes de la época. Y esos medios existen y resisten.
A continuación, una conversación con tres periodistas que piensan y ejercen el oficio desde un lugar periférico, incluso disidente, y muy inteligente. Fernando Rosso es director de La Izquierda Diario y conductor de El Círculo Rojo por Radio Con Vos, Ivana Szerman es conductora y guionista de País de Boludos, y Sebastián Rodríguez Mora forma parte del colectivo editorial de la revista Crisis. ¿Cómo caracterizar el momento que atraviesa el periodismo? ¿Qué cosas se profundizaron durante la pandemia en la profesión? ¿Se puede construir una mirada periodística por fuera de los grandes medios? Los tres hablaron con Polvo por separado. Sin más preámbulos, sus respuestas.
¿Cómo caracterizarían el momento que atraviesa el periodismo?
Fernando Rosso: La cuestión tiene varias capas o perspectivas desde las que puede pensarse. Desde el punto de vista técnico, venimos presenciando un cambio epocal con el fin de la preponderancia de los diarios en papel y las transformaciones en lo que conocemos como “periodicidad”. Pasamos de los tiempos —que ya eran acelerados— de la producción periodística diaria al vertiginoso momento actual cruzado por la lógica del “minuto a minuto” y la dictadura del click. Esto plantea desafíos porque implican la destreza para la respuesta rápida, pero también riesgos porque degrada la producción y la hace más superficial. Siempre me gustó un texto de tipo ensayístico de Claudio Uriarte, Contribución a la crítica de la verdad periodística, en el que problematiza esta cuestión de la periodicidad y termina con una conclusión un tanto provocativa en la que recomienda que los diarios salgan cada tanto, básicamente cuando tengan algo para decir. Esa lógica está extremada en el presente y produce una subsunción más potente de la elaboración periodística a la lógica de la producción en serie del capitalismo y a la mano visible del algoritmo. El segundo aspecto tiene que ver con la propiedad y el monopolio de los “fierros” (en términos de licencias, recursos y pauta). En esa esfera no hay muchos cambios o mejor dicho hay una profundización de una estructura que conocemos desde hace tiempo. Clarín que domina casi todo, algunos otros grupos y más o menos lo mismo de siempre. Esto implica que la “libertad de prensa” se choca y se confunde permanentemente con la “libertad de empresa”. Por último, pero no menos importante, están las condiciones de trabajo de los periodistas que son cada vez más precarias y acompañan la precarización del resto de los trabajadores y las trabajadoras, y la precarización de la vida en general. Pese a todo esto, hay gente que hace esfuerzos descomunales y termina haciendo buenos laburos periodísticos, pero es difícil escapar a esos condicionantes.

Ivana Szerman: Primero, un momento mal pago. Podés buscar la encuesta de Sipreba que da el porcentaje de periodistas que gana debajo de la línea de pobreza: 66%. Es un trabajo de mucha responsabilidad y de poquísimo descanso y poquísima gratificación. Hablo de lxs laburantes, no de las figuras, obviamente. Los últimos años, probablemente producto de la crisis, surgieron muchos medios autogestivos como País de Boludos, en los que las cosas también se hacen con mucho esfuerzo y probablemente en el comienzo a todos estos proyectos les costó generar ingresos, pero por lo menos tiene gratificación: decir cosas en las que creés vos y no tus patrones —a veces puede coincidir, otras no—, (espero) repartir la plata en forma equitativa, poner vos los límites de tu autoexplotación (que igual está). Esos proyectos dan mucho optimismo sobre el adelante. Pero bueno, después muere un niño al que sus padres le dieron dióxido de cloro y la conductora que lo tomó en cámara dice que coartan su libertad de expresión. En ese sentido el adelante es desolador. Se armó un mecanismo en el que se puede decir cualquier cosa (que se puede, es un hecho y es a grandes rasgos lo que tiene que pasar) sin tener ninguna consecuencia. Si la hubiera, se acusa persecución o limitación de la libertad de expresión. Entonces todo es gratis. Todo esto se resume en el meme ese de hitler que dice “es mi opinión, bro, respetala”. Todos los consensos sociales que habíamos alcanzado se ponen en duda y eso es muy peligroso.
Sebastián Rodríguez Mora: Está muy instalado decir que el periodismo está terminado. Lo vienen queriendo matar hace rato. Lo interesante de hablar del periodismo es hablar de las condiciones materiales. Es un momento de precarización extrema, el periodismo está cada vez más orientado a gente que quiere hacer algún tipo de activismo y lo lleva a cabo con recursos generalmente escasos. Y sino tenés todo lo otro que se considera periodismo que es el más tradicional, que está corriendo detrás del click de una manera cada vez más espantosa y que sigue siendo, arriba, en la superestructura en términos marxistas, determinante. Pero cada vez dudo más de cómo penetra lo que hace el periodismo en las mayorías, en las masas, como se decía antes. Como suele pasar con los públicos, se está segmentando muchísimo y hay un montón de gente que está quedando afuera de ese ida y vuelta entre el periodismo y su público. Y eso es una cosa muy extraña porque básicamente lo que está pasando es que se está volviendo un consumo posible, cuando antes era un consumo lógico, obvio y casi transparente, de modo que todo el mundo, de alguna manera, leía el diario para algo; para hacer el crucigrama, por ejemplo. Creo que en ese sentido es muy fuerte ese cambio y no lo estamos terminando de ver. Yo lo intuyo, no estoy seguro de eso. Entonces lo que termina pasando es que todo se segmenta: gente que le interesa el periodismo de investigación, gente que le interesa periodismo opositor, gente que le interesa el periodismo oficialista, y todo lo que intentes en el medio está un poco jodido. Y la mezcla de segmentación humana en la cual vivimos está reemplazando a la noción de clase. Creo que está muy ligado a la capacidad que tiene el periodismo de hacer productos que interpelen a mayorías. Eso está dado porque tanto abajo como arriba en la cadena alimenticia del periodismo se está precarizando todo. Los sueldos están más bajos, hay menos puestos de trabajo, hay menos gente que trabaja de esto, hay gente menos preparada que trabaja de esto y que escribe y que define líneas editoriales. Y en el medio están los proyectos medio quijotescos con toda la buena leche del mundo que cada vez cuesta más hacerlos.
¿Qué cosas creen que profundizó la pandemia respecto a la profesión?
Fernando Rosso: Me parece que la pandemia generalizó a otras actividades y profundizó en el periodismo, condiciones de trabajo que ya preexistían en esta rama. El “teletrabajo”, el freelanceo, todo eso que Mario Pergolini quiere extremar porque eso facilita que los empresarios “den” trabajo. Estas condiciones muy inestables atentan contra un trabajo profundo y reflexivo. Y “hay mucho garca dando vueltas” que se aprovecha de eso.

Ivana Szerman: Entiendo que aumentó el consumo de medios, de productos on demand. A nosotros nos hizo crecer porque agobia mucho mirar todo el día la tele, pero tener un resumen en el que en 10 minutos te enterás de lo que pasó y además te reís es algo que cubre una necesidad. Entonces en ese sentido fue excelente. Después, bueno, el avance de la posverdad, lo que decía en la pregunta anterior. En este caso en algo que aplica a cosas sobre las que hay evidencia científica, donde las políticas de Estado son fundamentales y donde lo colectivo es la única clave para salvar vidas. Eso empezó medio bien (alguien recordaba ayer las tapas de todos los diarios que el mismo día pusieron “quedate en casa” o algo del estilo) y después terminó en lo de siempre, en transformar en grieta un problema sanitario. Podés encontrar grieta en el estado del sistema de salud, en las medidas paliativas. Pero no podés armar una grieta entre el que «»»cree»»»» (sabe) que hay una pandemia y se cuida y el que consume conspiranoias como si no pudiera ver que esto pasa literalmente en todo el mundo (y de paso cañazo es antivacunas, antimujeres, antisemita, antipobres, en general anti todo). Bueno ahí la profesión tiene un desafío grande. Te tomás una botella de dióxido de cloro en cámara y relativizás el uso del tapabocas o das información fehaciente basada en toda la evidencia científica que haya disponible. Todo eso mientras atendés tu familia, pasás horas desinfectando cosas, compartís una computadora con otres o la dificultad que a cada une le haya traído el homeoffice. En mi caso, salir de cámara, lo cual me pone muy triste.
Sebastián Rodríguez Mora: Me parece que el instinto que tuvieron todos los medios fue multiplicar la demanda, porque ante un hecho que es nuevo se demanda mucha información. Esa información podría pensarse incluso que la pauta del Estado dirigida a los medios está reorientada a que sea comunicación sobre la pandemia, por lo tanto ahí ya tenés un nivel de información. Después tenés todo lo editorializado, que es lo que está pasando en esta época de pandemia, que pareciera que se hubiera cubierto la superficie de las lógicas políticas y económicas, entonces seguimos tratando de forzar el esquema interpretativo, porque es la que nos queda y porque es la que tenemos. Lo que estoy viendo es que en los primeros meses de pandemia lo que hubo fue un intento de los medios de algún tipo de clarividencia: analizar de alguna manera nueva o que parezca nueva. Mucha pregunta a filósofo, mucha columna mal citada de filósofo o de especialista, o sea, una búsqueda del texto revelador sobre cómo tenemos que manejarnos, sobre cómo tenemos que entenderlo. Todo eso generó una multiplicación del trabajo, de la cantidad de horas, de culo en silla, de productos y de repensar las estrategias de comunicación de los medios. En particular en Crisis, hubo una explosión de producción traccionada sobre todo por los editores que llevó a estar todo el tiempo tratando de buscarle un ángulo nuevo. Eso lleva mucho trabajo y los ingresos son los mismos o menos. El sustento económico es el mismo o menos. Este tipo de shock lo que hace es simplemente apurar negociaciones tácitas por cuánto se exige a cambio de cuánto. Y queda muy en evidencia. Incluso uno lo hace desde proyectos más autogestivos y sin patrón, e igual nos estamos exigiendo un montón más. Desde cierto lugar de periodismo de investigación y ensayístico hay como una bajada de línea y una autoimposición de tenés que innovar, tenés que ofrecer algo más claro en la tormenta de zetabytes sobre el coronavirus y sobre las consecuencias económicas.
¿Cómo construir una mirada periodística por fuera del mainstream?
Fernando Rosso: Creo que una crítica a todas estas condiciones es un inicio. En principio, exigir y pelear por los derechos laborales que corresponden. En segundo lugar, cuestionar la propiedad monopólica de los grandes medios y exigir un derecho democrático mínimo como la igualdad de accesos a recursos para todos los medios de acuerdo a pautas que no las determine el puño salvaje del mercado. Impulsar medios militantes, cooperativos y alternativos también es una vía. Ahora, además de esto, creo que hay que hacer una crítica (y autocrítica) a la función misma del periodismo y los periodistas que en general está muy llenos de sí mismos. No soy alguien que desvalorice la actividad periodística, Marx fue periodista, Lenin fue periodista, Trotsky también, José Carlos Mariátegui o José Martí para venir un poco hacia “la patria grande”. Pese a que muchas veces ellos hablaron de sus actividades periodísticas como una etapa “menor” de su desarrollo político o intelectual, creo que fue un periodo muy importante en cada uno. Muchas de las grandes ideas que Marx desarrolló en sus trabajos teóricos o ensayos, las colocó primero como intuiciones en artículos periodísticos. En una reciente antología de textos de Mariátegui que publicó la editorial Siglo XXI, el compilador, Martín Berjel dice que esos años moldearon el pulso de la escritura del gran pensador peruano y le permitieron adquirir velocidad y una aptitud crítica. Pero, como dice Waldo Frank, “hay que saber emanciparse a tiempo” del periodismo. No me considero alguien que le pueda dar consejos a nadie, pero si me preguntan, digo que no hay que ser “sólo periodista”, hay que formarse en muchas otras cosas y serás un poco mejor periodista. Yo le debo mucho de eso a la militancia política. Por último y vinculado con esto, creo que hay que rescatar el noble concepto del “periodismo militante” que para mí está muy por arriba del periodismo llamado “profesional”. Los mejores periodistas que leí (Rodolfo Walsh, Enrique Raab o John Reed) fueron militantes y eso no fue impedimento para ser buenos periodistas, al contrario, fue una ventaja. Además, periodistas militantes “somos todos”, sólo que para distintas causas.

Ivana Szerman: Bueno, para eso tenés que estar fuera de un gran medio o tener mucha cintura. Por suerte lxs periodistas por lo general no tienen la exacta idiosincrasia o línea editorial de los medios en los que trabajan. Todxs son laburantes, a veces editadxs, a veces que responden a algún otro interés. Pero yo siempre pienso en una persona que se está ganando el pan con un oficio que sabe hacer, y que se mueve dentro de los márgenes que tiene disponibles, como todxs. Después si lográs llegar a una situación ideal de libertad, recursos ilimitados y que el mundo sea tuyo, bueno, ideal. Eso probablemente sea fuera de los grandes medios. O quizás pegás un flor de contrato y trabajás en un medio que te gusta, y sos algo parecido a una figura y te dejan decir aquello en lo que de verdad creés y también está bueno. Son muchos caminos pero es muy difícil poder manifestar una mirada propia 100% libre de condicionamientos. Por eso hay que ser consciente de las condiciones materiales y moverse lo mejor posible en función de eso.
Sebastián Rodríguez Mora: ¿Cómo hacer lo que no hacen todos? Bueno, andamos todos rondando sobre las mismas ideas y los mismos instintos. La línea que tiene Crisis en particular tiende a pensarlo como que este es un gran momento para multiplicar la indicación de las contradicciones que muchas veces se presentan en estos casos. Y a exigirle más al futuro. Y a proponer líneas alternativas de interpretación. Esto no es muy distinto a lo que venía haciendo Crisis. Ahora bien, ser innovador no implica una directa relación con la lectura. De hecho, la sensación que tengo es que cada vez estamos más metidos en nichos de gente que puede leer o que se permite en medio del quilombo y del día a día y de la famosa angustia leer cosas distintas que no necesariamente sean conspiranoides. Para mí hay una disputa muy grande en cómo darle sentido a esto respecto a todas las teorías del complot que andan circulando, no porque tengan un rating muy alto, pero sí disputan sentido en cuanto a que son como una ventana abierta para quien quiera meterse a ver un video de YouTube atrás de otro de estos libertarios y teóricos de la conspiración. Digo, no es muy diferente de cómo funciona el periodismo de investigación, que es básicamente creer que hay un complot detrás de todo. Vengo viendo que muchos medios interpretaron salir de lo mainstream yéndose hacia infografías, hacia las tecnologías… mucha tics: mirá cómo te programo en Java esto y hago que veas datos, en vez de leerlos en un párrafo, en un mapita. Para mí ahí no hay análisis. Se está yendo hacia un periodismo de datos que se cree que por ser datos es limpio y neutro: un periodismo científico, justo en esta época, que es recontra política, que implica un montón de análisis. Y también de que te respondan. Tirás una piedra para ver qué carajo pasa, qué ruido hace. Noto que el eco viene de quienes esperás que venga. No está viniendo de otros lados, y eso es preocupante porque no estás interpelando, estás rebotando contra tus mismos iguales y los que estás en la misma disputa de sentido y con los que discutís un poco. La sensación que tengo es esa. Justo hoy publicamos una nota de Sandra Pitta y los comentarios parecen de extraterrestres: gente que la banca pero suenan a extraterrestres porque es público que no es el nuestro y no estamos acostumbrados y parece que estuvieras hablando con alguien que no es de este planeta. Y eso es un problema porque es una persona que está leyendo y está interpretando completamente distinto de lo que vos venías plateando. ¿Qué hacés con eso? Si hay un lugar donde buscar dónde está el periodismo es tratando de entender quién es su público. Y el público está en esas expresiones extrañas de los comentarios en las notas. Esa gente no sé qué es, pero es la gran pregunta de a quién estás interpelando y con quién estás dialogando y para quién estás escribiendo.
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